De fábrica a centro cultural: la historia viva de La Termomecánica
En Bolivia 2329, en Villa del Parque, se levanta un edificio que narra décadas de trabajo, innovación, crisis y, finalmente, resurgimiento como espacio cultural comunitario. Ese es La Termomecánica, cuyo devenir merece ser contado.
Los orígenes: un sueño inmigrante
La historia comienza a mediados de los años ‘40, cuando los hermanos Lubocki —José, Abremke, Folke y Morduch—, inmigrantes rusos que habían llegado a la Argentina cerca de una década antes, fundaron un taller de cierres niquelados para carteras al fondo de su vivienda en Bolivia 2329.
Ese taller modesto fue creciendo con el paso del tiempo, mientras la familia se expandía en ese mismo espacio. En los años ‘60, Mauricio Lubocki, hijo de Morduch, se graduó como ingeniero mecánico y, junto a su tío Folke y un operario, fundó EMMA (Empresa Metalúrgica Mercantil Argentina). Más adelante la firma cambió de nombre a Termomecánica Adiabatic, dedicándose a fabricar torres de enfriamiento de agua y enfriadores de aceite —elementos muy requeridos en la industria del plástico argentina.
Con el paso de los años el negocio creció, y el carácter familiar se mantuvo: Mauricio fue el motor técnico en los inicios; pero cuando falleció súbitamente en 1968, su esposa Feigue Kuszniecki asumió las riendas con firmeza. Durante más de medio siglo dirigió la empresa, ayudada por su hijo Marcelo en procesos de modernización, y sostenida por la memoria viva de Folke, quien hasta sus últimos días seguía llegando temprano a abrir puertas.



El declive y la crisis
Sin embargo, el paso del tiempo impone sus límites. La muerte de un operario fundamental, la pandemia, y las complicaciones de salud de Feigue confluyeron para sumir a la firma en una situación límite. A fines de 2021 los herederos comenzaron el desarme del lugar: las máquinas se pusieron en remate, los espacios fueron vaciados y muchas historias quedaron atrapadas en pilas de papeles, fotografías, planos y restos oxidados.
Se abrió entonces una encrucijada: ¿vender o transformar? Aquel siglo de industria barrial parecía condenar al abandono al predio. Pero el deseo de mutar venció a la resignación. Con la ayuda de amigos y vecinos interesados, el lugar comenzó un lento proceso de reconfiguración: se trabajó la tierra, se limpiaron los rincones, se organizaron ideas. El proyecto: crear un espacio de puertas abiertas donde el pasado dialogara con el presente.
El florecimiento como espacio cultural
En abril de 2022 se abrió oficialmente al público con su nueva identidad: La Termomecánica – centro cultural. Ese día fue simbólico: la vieja estructura industrial —techos altos, muros gruesos, recovecos cargados de memoria— despertó como escenario creativo.
Hoy, el espacio combina su impronta industrial con una mirada cálida e inclusiva. Su fachada no “adelanta” del todo lo que sucede en el interior, dando suspenso al visitante. Dentro, conviven rincones de bar, talleres, salas de encuentro, escenario, vegetación incipiente, y objetos con historia.
El proyecto está impulsado por Ariel Bercovich (psicólogo) y Diego Barmat (productor audiovisual), amigos de la infancia. Ariel es nieto de Feigue, y pasó buena parte de su niñez familiar entre esas máquinas y pasillos; ese vínculo afectivo fue el impulso para dar vida nuevamente al edificio.
Hoy La Termomecánica está asociado a MECA (Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos), lo que le ha facilitado ciertos respaldos formales y de habilitación.


Del ayer al presente: qué se hace hoy en La Termomecánica
La metamorfosis no se limita al edificio: la programación cultural del lugar es viva, diversa y pensada para el barrio. Aquí algunas de las actividades que ya se realizan o se programan regularmente:
Una de las claves del proyecto es abrirse al barrio: no ser solo un espacio de programación “desde arriba”, sino estimular propuestas, sugerencias, coexistencia con vecinos e iniciativas locales. En los planes de los impulsores está definir horarios diarios fijos para que cualquier vecina o vecino sepa que puede acercarse y sentirse parte del lugar.